Pocos conservadores bávaros imaginaron hace algunos meses que la derechización del discurso de sus dirigentes los perjudicaría. Sin embargo, lo que nadie pensó fue que el más beneficiado sería el partido verde.

A inicios de este año los verdes en Baviera estaban bien posicionados. El 14% de intención de voto duplicaba el resultado electoral de hace cinco años. Los ecologístas bávaros creían en la posibilidad de subirse a la «ola verde» del sur. Aquella que puso al partido en los gobiernos de Baden-Württemberg y Hessen, algo impensado hace una década.

La «fase caliente» de la campaña los encuentra hoy en el segundo lugar con unos 18 puntos en las encuestas. Paralelamente la dramática caída de la CSU los ubica como el único compañero de coalición de los conservadores bávaros para formar una mayoría absoluta. Al menos sin tener que recurrir a los ultraderechistas de AfD o a un tripartito. Hasta el domingo de la elección, los verdes están de fiesta.

El derrumbe conservador

Un elemento a analizar es la caída de la CSU. El partido gobernante en Baviera se ha convertido en una máquina de perder votantes. Su estrategia fallida de derechización del discurso ha activado los frames de los ultraderechistas que lograron sostener la base lograda en las federales de 2017 en torno al 12%.

Al mismo tiempo, dicha radicalización discursiva provocó un rechazo de un sector de su electorado que, sin necesidad de calificarlo de izquierdas o moderado, sintió que sus límites morales habían sido afectados. Se trata del grupo que coincidió con la Iglesia Católica en su mensaje público respecto de no utilizar la religión para fines políticos.

En otras palabras, la CSU no recibirá votos de aquellos que sienten que ya no comparten la misma escala de valores. Parece una obviedad, pero a veces se olvida. En este contexto el candidato de los conservadores, Markus Söder, intentó reorientar la estrategia. Primero dejó de utilizar la provocación estratégica, arma predilecta de los ultraderechistas, y luego probó con todo lo que quedaba a su alcance:

1- Derechizar el discurso.

2- Colgar cruces en las dependencias públicas:

3- Lanzar un programa espacial (N. de R.: no es sarcasmo ni ironía, es en serio)

4- Y hasta trataron con el humor, como se ve en este spot electoral:

Todo fue en vano. La CSU está a días de la elección en sus mínimos históricos:

La clave de la revolución verde

La campaña de los verdes no ha sido muy diferente de lo que hemos visto en los últimos años. Una agenda claramente socialdemócrata con algunos toques de ecología. Incluso el spot electoral se parece mucho al de 2017. Y por consiguiente, sufre el mismo problema que aquel: no hay historia para contar, no hay relato. Solo un listado de propuestas y valores que nadie percibe porque la atención se pierde a los 15 segundos.

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Para entender lo que sucede con este partido no hay que observar su campaña. Es necesario poner el foco en otros aspectos que son subyacentes y que exceden a las seis semanas de fiebre electoral.

En esta elección los verdes juegan el rol de salvavidas de la mala conciencia. Y encajan a la perfección. El pasado «tirapiedra» y revolucionario de los inicios  ya no existe. Al contrario, los verdes han demostrado capacidad política para gobernar. Incluso para liderar un gobierno de un Estado Federal como Baden-Württemberg durante casi una década. Los verdes hoy en día son votables, son una opción hasta para los conservadores. Ellos se pueden dar el lujo de abandonar a la CSU y elegir a un partido diferente. Una fuerza que además lucha por la protección del medio ambiente. Detalle que no es menor ya que esas demandas postmaterialistas siempre ayudan con la mencionada limpieza de la mala conciencia.

La agenda a nivel nacional dominada casi enteramente por las peleas, los acuerdos, las contramarchas y las provocaciones dentro del propio gobierno también juegan un rol. Se podría afirmar que en este proceso eletoral ha habido una nacionalización de la campaña bávara que puso en el centro de la escena el accionar del ministro del Interior y jefe de la CSU, Horst Seehofer.

Un último elemento a tener en cuenta es la sequía que sufrió Alemania en el verano pasado. Ella activa una fuerte conexión con la cuestión del cambio climático, y esta última genera asociaciones con el partido verde de manera casi automática.

¿El límite de AfD?

Una de las cuestiones que nos deja esta elección bávara para analizar es el contrapunto entre verdes y ultraderechistas. Los datos de trasvase en las últimas 14 elecciones regionales y en la federal de 2017 muestran que el electorado menos permeable al avance de AfD es el del partido verde. Posiblemente la agenda postmaterialista de este último explique en parte que el discurso ultraderechista, que promueve una revolución contracultural conservadora, no genere mayor impacto en sus votantes.

Hemos visto que en los debates del Bundestag los dirigentes verdes han tenido interesantes intervenciones que contraponían nuevos marcos interpretativos a las discusiones que domina AfD. ¿Será que los verdes pueden ofrecer una respuesta al imparable avance ultraderechista en Alemania? Por ahora queda claro que de a poco este partido va camino a construir un verdadero bastión electoral en todo el sur alemán. El sur rico, el sur conservador.

 

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