Luego de medio año de incertidumbre, en marzo pasado, Alemania logró formar un nuevo gobierno. Pasaron casi tres meses de la firma de aquel pacto entre socialdemócratas (SPD) y conservadores (CDU). En dicho período los partidos políticos alemanes se encuentran en un proceso de reorganización tanto ideológica como discursiva. En otras palabras, desde el gobierno o desde la oposición, las fuerzas políticas compiten por marcar la agenda e intentan imponer su interpretación de los temas de la agenda pública. Pero la novedad es que deben hacerlo en el marco de nuevo, con un partido de ultraderecha en el parlamento, con mayores dificultades para formar mayorías estables y con una serie de factores internacionales que obligan a Alemania a repensar su rol en Europa y el mundo.
Mientras que algunos partidos logran que el debate sobre temas candentes tenga lugar bajo su propio encuadre, y con ello beneficiar su propia posición, otros se limitan a reaccionar ensayando alguna respuesta para la que no están suficientemente preparados. El resultado de este debate político en el espacio público impacta en las percepciones población a partir de las cuales el ciudadano moldea su actitud hacia los partidos políticos. Las encuestas de intención de voto se ocupan de agregar esas actitudes y transformarlas en unidades mensurables. La pregunta que nos hacemos es: ¿cuál ha sido la evolución del apoyo a los partidos políticos alemanes en los últimos meses?
Estaremos publicando en los próximos días un post por cada partido. Hoy comenzamos con la Unión Demócrata Cristiana (CDU), el partido de Angela Merkel.
La Unión Demócrata Cristiana (CDU) ha logrado sostener los números de intención de voto en comparación con el resultado electoral de septiembre. Esto, que puede sonar a una buena noticia, en realidad es un problema para la canciller. En efecto, el resultado de aquella elección fue el segundo peor de su historia. Los democristianos no logran recuperar la confianza del electorado conservador más descontento, especialmente aquel indignado con la política de refugiados de la canciller. En ellos late la necesidad de castigar electoralmente a la dirigencia conservadora. El gran beneficiado de esta situación son los ultraderechistas de Alternativa para Alemania (AfD). Otros, aunque en menor medida, prefieren a los liberales (FDP) que duplicaron el 4% de 2016. Más allá de los posibles trasvases, lo relevante es que Merkel y su partido muestran un estancamiento alrededor del 33%. ¿Alcanzan los planes de la canciller sobre reformas a nivel europeo para recuperar a ese grupo? ¿Hace falta acelerar la renovación interna? ¿Los conservadores bávaros (CSU) suman o restan con la derechización de su discurso?
La línea más dura plantea la misma estrategia de la CSU: volver a los viejos valores conservadores, abandonar las concesiones a los socialdemócratas y, con ello, reforzar el perfil del partido. Pareciera que el marco de una gran coalición no es el más favorable para esta propuesta, aunque tampoco es imposible. Los merkelianos, por su parte, siguen confiando en Merkel y su táctica de la paciencia: esperar lo más posible antes de tomar cualquier decisión importante.
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Imagen de portada e imagen de encuestas: Angela Merkel, canciller de Alemania. Por EU2017EE Estonian Presidency (CC BY 2.0), via flickr.