La socialdemocracia alemana está en el fondo del océano. En septiembre de 2017 obtuvo el peor resultado de su historia: 20,5% de los votos. Un año más tarde, no sólo que no logró recuperarse sino que cayó aún más. Las medición más benevolente le da un 17% de intención de voto, pero la gran mayoría ubica al SPD entre 14% y 15%. A más de diez puntos de la CDU y a cinco de los verdes, los socialdemócratas pelean con los ultraderechistas por el tercer lugar.
¿Qué ha sucedido con la socialdemocracia en Alemania? ¿Cómo puede ser que un partido que logró imponer su agenda durante los últimos años no obtenga réditos políticos? ¿Qué es lo que mantiene al SPD imposibilitado de revertir su situación? La respuesta es simple y compleja a la vez: el problema del SPD es el propio SPD. Sus errores, algunos puntuales y otros sostenidos en el tiempo, han minado los activos más importantes que posee un partido político: sus valores, su relato y su credibilidad.
Estos errores han sido el origen de una infinidad de problemas. Casi como si fuesen pecados capitales, cuya característica principal no tiene que ver con su magnitud, sino con su capacidad para generar otros. Hoy queremos dedicar este análisis a identificar los siete pecados capitales del SPD, la base de la debacle actual.
Los errores de la socialdemocracia han condenado al partido a perder su condición de mayoritario, a resignar la posibilidad de conducir un gobierno e incluso a poner en peligro la chance de liderar a la oposición. Algunos argumentan que la famosa Agenda 2010 del canciller Gerhard Schröeder (SPD) es el punto de partida del declive socialdemócrata. Otros pondrán el epicentro en una decisión más reciente: la recurrente alianza con los democristianos de Angela Merkel (CDU). Determinante es, sin embargo, una progresiva erosión del perfil propio de partido. Una erosión que se alimenta de los dos elementos mencionados y que deja como resultado un partido sin un norte claro y sumamente débil ante las dificultades. El SPD podría haber advertido esta situación y haberla aprovechado. Hubiese sido una gran oportunidad para redefinir y adaptar a un partido avejentado que estaba agotando su agenda. No la percibieron. Al contrario, la ignoraron. La fuerza de la inercia. La incapacidad para salir de la zona de confort. La arrogancia.
Estos son los siete pecados capitales del SPD:
1 – Subestimar el síndrome del compañero de coalición
Aquel dirigente político que desconozca los efectos negativos de ser el compañero de coalición es un negligente y está poniendo en peligro a su propio partido. Ahora bien, aquel que conozca dichos efectos pero que los subestime o se considere inmune es un verdadero suicida.
Esto es lo que ha hecho el SPD al firmar en marzo de 2018 un nuevo contrato de coalición con la CDU de Merkel. Se ha condenado. No sólo que ha perdido su condición de mayoritario, sino que ha ignorado a todos aquellos que exigieron un cambio de gobierno.
La gran coalición se ha convertido en un lastre para la política alemana. Lo que alguna vez fue una solución excepcional en momentos políticos complicados se ha transformado en la regla. Es cierto que la progresiva fragmentación del espectro político ha contribuído a la formación de alianzas entre la CDU y el SPD, pero también es evidente que ambos partidos parecen conformes y hasta felices de pactar con quien debería ser su competidor natural.
En el caso particular de la socialdemocracia, ser compañero de coalición de Angela Merkel será recordado históricamente como la era en la que el SPD impuso su agenda sin obtener ningún redito político a cambio. Y esto es tanto un mérito de la canciller como una incapacidad de los líderes socialdemócratas para ignorar la realidad. Pero ese es otro pecado que desarrollaremos más adelante.
2 – Aplicar el pragmatismo intransigente
Tras el fracaso de la coalición Jamaica, el presidente federal de Alemania, Frank-Walter Steinmeier, convocó a los partidos políticos y les pidió buena predisposición para la formación de un nuevo gobierno. Su objetivo era impedir nuevas elecciones a solo tres meses de haberse celebrado las anteriores.
El líder del SPD en ese momento, Martin Schulz, se hizo cargo del pedido del presidente y encaró los sondeos con sus pares de la CDU, el partido de Merkel. Esto lo obligó a elaborar una estrategia comunicacional que le permita desdecirse. En otras palabras, tenía que explicar las razones de su radical cambio de opinión: de negarse rotundamente a coalicionar con la CDU a mostrarse dispuesto a reeditar la gran coalición.
La linealidad e ineficiencia de la estrategia desplegada fue sorprendente. Por un lado, se aceptaba la responsabilidad cívica y se ponían los intereses del país por sobre los del partido. Algo en lo que nadie nunca creyó. Por otro, se argumentaba que a partir de los logros gubernamentales se podría reconstruir la confianza. Una receta que el SPD viene aplicando desde 2005 con un único resultado: derrota tras derrota.

El pragmatismo del SPD da cuenta de un nivel de intransigencia pocas veces visto. Una suerte de dogmatismo político a la inversa. Dicha intransigencia ha destruído la credibilidad de un SPD que, un año antes, había superado a Merkel en las encuestas. La socialdemocracia ha vaciado su batería de mensajes políticos y actualmente es incapaz de conectarse con su propio electorado.
3 – Desaprovechar oportunidades
La falta de timing del SPD es sólo comparable con su exceso de pragmatismo. Es decir, en los últimos seis meses el partido socialdemócrata ha tenido al menos tres oportunidades para posicionarse con un mensaje claro frente a la opinión pública que le permita comenzar a reconstruir la confianza perdida. Sería obvio aclarar que no ha sabido aprovechar ninguna de ellas.
Un ejemplo fue la crisis entre los jefes de los democristianos y los conservadores bávaros. El masterplan de Seehofer para resolver la cuestión de los refugiados.
Durante esa crisis gubernamental los socialdemócratas fueron incapaces de aprovechar la situación. Sólo debían transmitir la imagen de un partido con principios claros. Por un lado, la canciller Merkel abogando por una solución europea para el tema de los refugiados, por otro el ministro del Interior Seehofer ofreciendo un compendio de medidas populistas sin mayor propósito que intentar recuperar terreno frente a la ultraderecha. Y mientras tanto el SPD ¿ensayaba un discurso alternativo que transmitiera su valores como la solidaridad, la responsabilidad de ocupar cargos públicos, la necesidad de responder a las problemáticas actuales sin caer en el populismo barato? No. Nada de ello. Al contrario, los socialdemócratas se dedicaron a comentar tibiamente la pelea entre sus socios de gobierno, adoptando así el rol de meros observadores de lo que sucedía entre Merkel y Seehofer.
El impacto de la falta de compromiso frente a este y otros temas se cristalizó meses después en las elecciones regionales de Baviera y Hessen. Allí el SPD obtuvo los peores resultados históricos al perder literalmente la mitad de su caudal electoral. Gran parte de esa sangría fue a parar a las arcas de los verdes, un partido que supo tomar posiciones claras e interpelar a aquellos votantes ávidos de apoyar una propuesta valiente y alternativa a la derechización de la política.
4 – Posponer la renovación indefinidamente
La palabra renovación es desde hace al menos diez años uno de los términos más escuchados en los discursos de la dirigencia socialdemócrata. Todos saben que el SPD necesita una renovación. Todos la exigen. Todos luchan por ella.
Nadie se baja. Nadie se aparta. Nadie renuncia.
Es prácticamente imposible ofrecer un mensaje que ayude a recomponer la credibilidad perdida si la opinión pública observa que los emisores siempre son los mismos. Con Martin Schulz pareció verse un inicio en la dirección del cambio, pero durante la campaña electoral todo volvió a la normalidad. Un partido inflexible, falto de creatividad, con mensajes anticuados, con discursos para audiencias inexistentes. Un aparato que se cuida a sí mismo, que tiene miedo de innovar, que cree que los eventos „cool“ en locaciones „hipster“ como las fábricas abandonadas genera cercanía con el electorado que, por cierto, ya no les cree más.
La elección de 2017 debió haber sido interpretada como una señal. Fue el peor resultado de la historia. Se exigió un cambio. La respuesta fue la continuidad. El cambio de liderazgo a favor de Andrea Nahles tampoco surtió efecto en ese sentido. Nahles es diputada desde 1998 y fue ministra de la Gran Coalición durante el gobierno anterior. Fue ella quien dijo que no hacía falta ir a la oposición para iniciar una renovación del partido. También dijo que una renovación es un proceso paulatino que no debe apresurarse. Algo que olvidó semanas más tarde, tras la doble debacle electoral en Bayern y Hessen, cuando mencionó la necesidad de apurar esa renovación.
5 – Hablar de temas
Regularmente leemos encuestas sobre «los temas que le importan a la gente». La economía, los alquileres, la corrupción, la criminalidad, el transporte, el clima. La lista es variada y casi interminable. En ocasiones, los políticos se confunden y creen que un discurso político que se refiera a esos temas importantes es suficiente para ganar el apoyo de la población. Están equivocados. Su visión reduccionista les impide comprender que no se trata de temas, sino de valores.
Drew Westen, en su libro The Political Brain, lo explica sin rodeos: lo importante no son los temas que trata un discurso político, sino los valores que se transmiten al hablar sobre ellos. Si un político habla sobre el «alto precio de los alquileres», por ejemplo, estará elaborando un mensaje sobre el derecho de los inquilinos a vivir dignamente o a pagar precios razonables o a proteger a los más débiles.
En el partido socialdemócrata se cree que alcanza con mencionar determinados temas para atraer a los electores. Las últimas campañas electorales del SPD son claro ejemplo de ello. Lograr «alquileres pagables» es una propuesta constante. Es imposible que un candidato socialdemócrata no diga «alquileres pagables» en un discurso público, en la televisión o donde quiera que se lo escuche. Sin embargo, estos candidatos no convencen a nadie. O al menos así lo reflejan los resultados más recientes (de los últimos 10 años).
¿Por qué el inquilino que ve cómo su alquiler crece o aquel que es desalojado para que su vivienda se convierta en un loft de lujo le cree al candidato del SPD? ¿Si el SPD habla de esa cuestión todo el tiempo y desde hace mucho tiempo? ¿Será porque otros partidos, como el verde, también se ocupa de ello? ¿Será porque gobiernan hace años y la situación no mejora?
El SPD actual no ha comprendido que la eficacia de su discurso depende de su narrativa y del marco, o frame, que se emplee. No de los temas. No alcanza con hablar de los temas que le importan a la gente. Es preciso construir una historia, creíble y coherente, que no sólo analice y comente un problema. Dicha historia debe transmitir los valores compartidos entre el discurso del político y el pensamiento del votante. En otras palabras, las candidatas y candidatos del SPD deben repensar las bases de su estrategia comunicacional. Deben entender que no se votan «temas», lo que se votan son valores.
6 – Negar la realidad
La sucesión de malos resultados electorales del SPD es innegable. En los últimos comicios la socialdemocracia ha perdido la mitad de su electorado. La encuestas a nivel federal dan cuenta de los peores valores en la historia. En algunas regiones el SPD ya se ubica por debajo de los dos dígitos. En resumen, la socialdemocracia alemana está al borde del precipicio.

¿Cuál es la actitud de la dirigencia del SPD ante este escenario? ¿Se muestra activa. Promueve cambios fuertes. Actualiza su discurso. Apela a ideas innovadoras. Arriesga y lucha por su partido centenario? O bien ¿deja todo como está esperando que en algún momento algo suceda que vuelva todo a la «normalidad»? Si optó por la primera opción, es usted un optimista.
La cabeza de la dirigencia socialdemócrata conformada por la presidenta del partido, Andrea Nahles, y el secretario general, Lars Klingbeil, cree que la situación actual no es más que un ventarrón temporal. Una situación de excepción que no tardará en desaparecer. Es por ello que tras el pésimo resultado electoral en Baviera (9,7%) Nahles y Klingbeil, han interpretado que la caída es producto de la pelea interna entre las fuerzas de la Unión (CDU y CSU). En otras palabras, la lectura del SPD es: nos va mal porque los otros hacen las cosas mal.
El descontento interno en el partido ha obligado a Nahles a intentar alguna jugada mágica. Una de ellas fue anunciar la candidatura para las europeas del año próximo, que mencionaremos en el siguiente punto. Otra fue su idea de eliminar el famoso «Hartz IV», una ayuda social para desempleados, y reemplazarla por una suerte de seguro social universal. Se trata de una movida que deja descolocados a muchos dirigentes de su partido que hasta hace poco no veían la necesidad de este cambio. Al igual que la propia Nahles.
7 – Quemar cuadros políticos
El SPD no está perdido. No todavía. Existen figuras con un gran potencial que podrían generar un recambio generacional y discursivo que le devuelva a la socialdemocracia algo de credibilidad. Sin embargo, además de la postergada renovación mencionada previamente, el SPD se ha empeñado en quemar cuadros políticos de forma indiscriminada.
Es así como algunas de sus jóvenes promesas han tenido que responder al mandato partidario en detrimento de su propia carrera política. Obligados a responder por su partido y sus acciones, prisioneros de las malas decisiones estratégicas de sus jefes.
El caso de Manuela Schwesig, actual gobernadora del Estado de Mecklenburg-Vorpommern, da cuenta de esta situación. Schwesig fue nombrada en 2013 ministra de Familia, Ancianidad, Mujeres y Juventud a los 39 años de edad. Su perfil de luchadora por la igualdad de género le valió elogios y una creciente popularidad que impactaba positivamente en la imagen del partido. Ofrecía una imagen moderna de la familia que interpelaba a nuevos electorados, como la burguesía urbana, mejorando así la competitividad del partido.
Sin embargo, el SPD decidió en 2017, a meses apenas de la elección federal, que Schwesig reemplace al gobernador de Mecklenburg-Vorpommern, quien había renunciado por problemas de salud. Esta decisión no sólo le puso fin al desarrollo del perfil de la ex ministra, sino que la ubicó en un puesto de alta exposición en una región en la que la socialdemocracia sufre fuertes críticas. Ahora Schwesig tiene que lidiar con la responsabilidad de llevar adelante un gobierno en lugar de aprovechar su juventud y seguir construyéndose como Hoffnungsträgerin (promesa) de la socialdemocracia alemana.
Algo similar sucedió con la ex ministra de Justicia, Katarina Barley, quien tras las debacles electorales de 2018 fue nombrada sorpresivamente por Nahles como candidata socialdemócrata para las europeas de 2019. La decisión fue anunciada un día después de las últimas regionales en las que el SPD perdió la mitad de sus votos. De esta forma, lo que debía ser un lanzamiento relevante que capture la atención de los medios y marque la agenda de la campaña, terminó siendo una improvisada cortina de humo para tapar el desastre electoral del partido.
Los siete pecados capitales del SPD explican en parte el estado actual del partido. Es imposible que la socialdemocracia en Alemania pueda revertir esta situación si no atiende estos problemas y se plantea cambios radicales. La buena noticia es que ya se encuentra en el infierno y peor no podría estar. ¿O sí podría?
No lo puedo comentar porque no lo pude terminar de leer. Curioso, en lugar de dejarme leerlo el sitio me quiso cobrar. Una mala experiencia
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Vuestro proyecto me interesa mucho pero en casa somos todos desempleados. No tengo dinero. Saludos socialistas.
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