Hace unos días, cuando la ronda de sondeos entre socialdemócratas y conservadores comenzaba, el jefe del SPD, Martin Schulz, realizaba un statement de no más de tres minutos. Su intención era describir lo complejo de la tarea que tenía por delante: lograr un preacuerdo con la CDU, el partido de Merkel.
En esos tres minutos Schulz mencionó la palabra «desafío» seis veces. Tal vez inconcientemente, el líder socialdemócrata estaba exteriorizando el verdadero problema con el que se enfrenta esta nueva gran coalición. No se trata de la capacidad de lograr el consenso, de encontrar puntos en común, de establecer objetivos conjuntamente. No. De hecho sería ridículo pensar que estos dos partidos que gobiernan juntos desde 2013 tengan diferencias irreconciliables – como sí las tenían verdes, liberales y conservadores entre sí. Sería inocente pensar para Merkel y los socialdemócratas estar de acuerdo es un «desafío».
El verdadero «desafío» de la nueva gran coalición, la cuarta, es mucho más importante. Se trata de la reconstrucción de la legitimidad perdida.
La campaña ya pasó. Y con ella, las críticas. También pasó el momento de rabia y supuesta necesidad de la socialdemocracia de retirarse a la oposición y desde allí lograr una resconstrucción, como mínimo discursiva, que le permita evitar convertirse en un partido minoritario en tiempo récord. Incluso el deber histórico del SPD de evitar que los ultraderechistas se queden con el título de líder de la oposición ha quedado a un lado. Todo parece tan lejano ya.
Sin embargo, el 24 de septiembre la población votó. En dicha elección los partidos de la gran coalición recibieron un castigo histórico. Y ese resultado no puede ser soslayado tan fácilmente. De hecho, sería un error hacerlo. La CDU de Merkel perdió más de ocho puntos porcentuales y obtuvo el peor resultado desde 1949. Por su parte, el SPD de Schulz no sólo que cayó 5 puntos respecto de 2013 sino que consiguió el peor número de toda su historia: 20,5%.
El mensaje fue claro: «Basta de gran coalición.» Tiempo de volver a ofrecer proyectos políticos diferenciados que devuelvan a los ciudadanos la posibilidad de elegir. La groko debía volver a ser lo que históricamente había sido: una excepción en lugar de la constante.
Tanto la CDU de Merkel como el SPD de Schulz deben entender que su «desafío» implica no olvidar esa expresión popular. El éxito de la gran coalición estará dado por su capacidad de recuperar a los decepcionados, a los que votaron a los ultraderechistas de AfD para castigarles, a los que piensan que los partidos tradicionales persiguen sus propios intereses en lugar de solucionar los problemas de todos, a los que se entusiasmaron con una CDU en el gobierno y un SPD en la oposición.
Todavía falta un trecho hasta que socialdemócratas y conservadores vuelvan a firmar un tratado de coalición. Restan largas horas de negociaciones área por área, declaraciones de algunos protagonistas, provocaciones de otros, incluso alguna pelea. Luego vendrá el inevitable referéndum entre los afiliados al partido socialdemócrata para refrendar el acuerdo. En otras palabras, no habrá nuevo gobierno hasta las Pascuas.
En ese largo período tanto CDU como SPD deberán trabajar mucho en su comunicación y en sus capacidades para recuperar la legitimidad. El que no entienda que ése es el «desafío», en 2021 sufrirá un impacto aún mayor que el de septiembre pasado.