Dos reflexiones sobre la última encuesta del Instituto INSA:

1- La paradoja de la gran coalición: Desde hace algunos semanas tanto la Unión Demócrata Cristiana (CDU) como el Partido Socialdemócrata (SPD) se encuentran en un proceso de regreso a los orígenes. Una suerte de introspección colectiva que deriva tanto de los pésimos resultados electorales en las últimas regionales (Baviera y Hessen) como de la pobre intención de voto. El objetivo de estos workshops o talleres de diálogo (algunos hasta los llamarían grupos de autoayuda) es devolverle al partido un perfil claro en términos ideológicos que les permita recuperar parte del electorado.

La erosión de cada uno de esos perfiles tiene que ver con la eterna gran coalición. CDU y SPD han sido aliados durante demasiado tiempo. De los últimos 14 años han gobernado en conjunto durante diez, y si se completa este período serán doce de 16 años. Pareciera que la sucesora de Merkel, Annegret Kramp-Karrenbauer (CDU), y la líder socialdemócrata, Andrea Nahles (SPD), han aceptado que esta situación ya no puede extenderse en el tiempo. Esto las ha llevado a impulsar algunos cambios en temas claves para sus electorados. Lo cual al mismo tiempo complica las chances sostener su alianza.

Los movimientos y nuevos posicionamientos de cada uno de estos partidos mayoritarios le han valido un leve aumento en las encuestas de intención de voto. La CDU ha recuperado la línea de los 30 puntos luego de una serie de anuncios sobre migración y refugiados, que tuvieron lugar tras la celebración de los talleres del diálogo (Werkstattgespräche). En los mismos se atacó una doble meta. Por un lado, transmitir al electorado conservador que la CDU ahora defiende una línea más dura en relación a temas migratorios y sobre refugiados. Por otro, interpelar al sector del partido adverso a Merkel para reconciliar a la Unión internamente.

Para el SPD llegar a los 18 puntos de intención de voto es leído como un verdadero triunfo. Así lo reflejan incontables diputados socialdemócratas casi eufóricos en sus redes sociales. Luego de muchos años el SPD decidió revisar su programa general partidario y en particular reveer su postura en relación al Hartz IV, un seguro mínimo de desempleo creado por el gobierno de Gerhard Schröder (SPD) junto a los verdes en 2002. Esta medida, que fue elogiada por diversos estudiosos de la macroeconomía, le costó millones de votos al SPD, una escisión en el partido y la reelección en 2005. La propuesta de Nahles es reemplazar esta medida por una más social, con condiciones menos duras y mayor solidaridad con estos grupos vulnerables.

Los reposicionamientos de ambos partidos reducen claramente las posibilidades de trabajo en conjunto. Para muchos esto podría traducirse en un rompimiento de la gran coalición y llamado a nuevas elecciones. Y aquí aparece la paradoja: si hoy tuviesen lugar los comicios, las únicas opciones serían una coalición Jamaika o una nueva gran coalición entre democristianos y socialdemócratas.

2- Jamaika como alternativa. Democristianos, verdes y liberales ya se han sentado ha negociar una coalición en noviembre de 2017. Desde fuera parecía que habría un nuevo gobierno en Alemania. Sin embargo, en las salas de negociación los acercamientos eran mínimos. Algunos se quejaban de la pasividad de Merkel, otros alegaban que sus demandas eran ignoradas, el resto se fotografiaba en el balcón. El resultado fue una ruptura abrupta, cuya responsabilidad recayó oficialmente en el partido liberal (FDP), aunque un análisis más profundo obliga a redistribuir la culpa.

Un año y medio más tarde la situación ha cambiado. La decisión de Merkel de no volver a presentarse como candidata a canciller en las próximas elecciones ha relajado a los liberales, quienes ahora sí se muestran abiertos al diálogo. Por el lado de los verdes su confianza tras las elecciones regionales del sur ha aumentado, así como su intención de voto. El crecimiento de los verdes fue tal que llegó a rozar el 20%. Esto puso la chance de una coalición kiwi (CDU y Verdes) sobre la mesa. Algo que hoy ya no es posible. No obstante, los verdes piensan que sus números se van a estabilizar algunos puntos por encima del magro resultado de 2017 (8,9%), asegurado así la mayoría necesaria ante una eventual coalición Jamaika.

En la esquina de los democristianos y los conservadores bávaros (CSU) resta saber si los reposicionamientos ideólogicos mencionados arriba son compatibles con sus eventuales socios. Por ejemplo ¿estarán los verdes dispuestos a aceptar un endurecimiento de la política migratoria? Para la gente de CDU es una encrucijada. Saben que es eso o reeditar la gran coalición.

Conclusión: La situación actual nos presenta un escenario que pareciera ser idéntico al de septiembre de 2017 tras las elecciones federales: solo dos coaliciones posibles, parlamento fragmentado, ultraderecha por encima del 10%, alianza de izquierdas inviable. Sin embargo, existen algunas diferencias que exigen nuestra atención: Kramp-Karrenbauer no es una «mini-Merkel» como anunciaban algunos, los verdes han encontrado un liderazgo mas fiable y pragmático, los rumores de cambio de personal en el SPD son muy fuerte (aunque esto signifique volver al pasado con figuras como la de Sigmar Gabriel), la ultraderecha debe atender nuevos frentes en los que parece no sentirse tan cómoda (financiamiento del partido y vigilancia por parte de la Oficina Federal de Protección de la Constitución – Bundesverfassungschutz).

El fin de la gran coalición actual parece cristalizarse a medida que pasan los días. Las elecciones regionales en el este serán clave para un adelantamiento de las elecciones. En dicho caso sería casi ridículo pensar que CDU y SPD volverían a formar la misma alianza, la que acaban de romper. Eso daría lugar a la opción Jamaika, ya que el resto de las posibilidades están descartadas, ya sea por cuestiones ideológicas como por falta de números. Sin embargo, en septiembre de 2017, muchos, incluyendo algunos políticos muy importantes, sostenían la imposibilidad de una nueva gran coalición. Y la gran coalición se formó seis meses después.

Resta una última opción. Una de la que nadie habla. Una que para muchos es el equivalente al mayor miedo de los alemanes: la inestabilidad política. Esta opción es la posibilidad de un gobierno en minoría. A nivel federal Alemania todavía no lo ha intentado. Partiendo de la premisa de que los alemanes son expertos en generar consenso, no sería descabellado pensar en una CDU al frente del ejecutivo negociando permanentemente paquetes de medidas con los distintos partidos. Una dinámica compleja pero congruente con la actual fragmentación parlamentaria.

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