Mi idea era llegar temprano. No quería pasar mucho más tiempo en Charlottengrad y me fui poco antes de las 14hs. Cinco horas y media antes. Decidí comer un Franzbrötchen y me metí al U7. Ese que tarda medio día en dejarte en Schönefeld, el aeropuerto de los vuelos baratos a Berlin.

Bajé en Südstern, uno de los rincones más lindos que tiene Kreuzberg. La multiplicidad de esquinas, la iglesia en medio, el verde de algunos árboles. Todo suma para que Südstern sea un lugar agradable, un lugar al que es bonito llegar. Creo que lo que más me gusta es que allí el cielo es más grande. Y el de ese sábado era un cielo con sol. Frío, sí, pero con sol. Lo normal en Prusia.

Busqué la Bergmannstraße unos minutos y, obviamente, caminé en la dirección equivocada. El smartphone me corrigió y en pocos minutos llegué a Andenbuch, la librería que nos había abierto las puertas para presentar #EpidemiaUltra.

Andenbuch se ubica en un patio interior típico de la capital alemana. Tal vez esto le haga perder visibilidad. Algún transeunte distraído nunca la encontraría. Pero estoy convencido de que ese es el mejor lugar, im Hof, en el pulmón de esa manzana berlinesa. Un verdadero acierto.

Se trata de un patio verde. Totalmente verde. Lo opuesto al cemento gris de la gran ciudad. Cientos de plantas ocupan todo el centro del espacio y te trasladan inmediatamente a otra dimensión en cuanto terminás de atravesar el umbral. Tuve acaso la suerte de llegar cuando el sol todavía brillaba y la imagen no podía ser más idílica. Mi cerebro ya estaba listo. A partir de ese momento, todo iba a ser positivo.

Me recibió Teresa. Una argentina que se sorprendió de que yo también lo sea y a la vez se alegró. Creo que incluso se largó a hablar «más en argentino» que al principio. Me contó la historia de Andenbuch y vi su entusiasmo, su orgullo, sus ganas. Imagino que las tres cosas son la causa de que esta librería sea una hermosura.

Me fui a dar una vuelta. Después de todo era realmente muy temprano. Compré agua, chicles y saqué una foto de la iglesia para poner en las redes. Luego me tomé un cafe (und Kuchen) de precios gentrificados.

A las 19 ya empezaban a llegar los primeros y en media hora ya no había más lugar. Raúl contó más de 50 personas. A veces a Raúl le gusta exagerar. Pero no con estas cosas. Él no tendría ningún problema en decirme «¡no vino ni tu madre!». No fue el caso. Se colmó la sala, se comieron las empanadas, se relajaron con algunas pils de Bayreuth y se compraron todos los libros que habíamos llevado. Algunos que se distrajeron tuvieron que conformarse con encargar su ejemplar para la próxima semana.

Si fuera el director de Marketing de la editorial diría «SE AGOTÓ». Pero estaría faltando a la verdad: no tenemos editorial. Lo de «agotarse» no me incomoda, he aprendido de Raúl que, a veces, hay que saber exagerar.

#EpidemiaUltra es producto del trabajo y esfuerzo de Andreu Jerez y de quien escribe estas líneas. Pero por sobre todo, de los doce expertas y expertos que pusieron todo su talento, su saber, su profesionalidad y su experiencia de años viviendo en distintos países de Europa. Ellos redactaron cada uno de los capítulos que componen este libro. Sin ellos no habría nada.

También fue necesario que Raúl Gil escribiera el enorme prólogo que escribió para que #EpidemiaUltra esté completo al 100%. Lo hizo con el corazón, con el miedo de que pase lo que no pasó, pero consciente de la amenaza. Un prólogo que podría representar las sensaciones de muchas personas antes de una elección federal en Francia, en Alemania, en el Reino Unido o en Italia, por sólo mencionar caprichosamente algunas. Personas que no comparten los valores que defienden los partidos ultraderechistas que describimos en este libro. La intolerancia, la xenofobia, el desprecio por el prójimo, el sometimiento de la mujer. El odio.

El broche de oro lo puso Alejandra Arregger, la diseñadora que entendió el mensaje desde el principio y elaboró una portada espectacular.

Disfruté mucho esa tarde-noche con tantos amigas y amigos, con aquellos que simplemente se enteraron del evento en las redes y se acercaron. Casi dos horas estuvimos debatiendo el tema con la gran moderación de Alejandra López, que tuvo un hermoso gesto y reacomodó todos sus planes para estar con nosotros.

Me fui con la satisfacción de haber podido transmitir el mensaje principal de este trabajo: debemos conocer a la ultraderecha y estar preparados. No es fácil. Tampoco imposible. Lo importante es saber qué mundo le queremos dejar a nuestras hijas e hijos.

Luego de semanas de trabajo Andreu y yo nos relajamos y hablamos de cualquier cosa con amigas y amigos en un bar de Kreuzberg. Sonaban los Beatles de fondo. Fue un gran fin de semana en Berlin. Y luego al final vino lo mejor, como siempre: llegué a casa, con mi familia, y me puse muy feliz.

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