Las manifestaciones en la ciudad de Chemnitz, al este de Alemania, marcan un nuevo triunfo del discurso del odio en el espacio público alemán. Miles de personas salieron durante varios días a expresar su rechazo a una supuesta «inmigración masiva» que, según argumentan, pone en peligro a los alemanes. El disparador fue el crimen de un aleman presuntamente perpretado por un extranjero. Grupos neonazis entendieron que este hecho justificaba la cacería pública de personas con «aspecto de inmigrante», léase ausencia de rasgos arios, para vengar lo sucedido. El caso encaja perfectamente con el masterframe de la ultraderecha alemana: «la amenaza latente». Pero también lleva la situación un paso más alla: el miedo se transforma progresivamente en odio y así somos testigos de cómo un discurso como el de AfD termina de legitimar la violencia, la intolerancia y el racismo.
En esta entrevista para la Deutsche Welle en español (duración 4 minutos) se resumen los elementos más importantes de este análisis:
Evidentemente son cuatro minutos muy poco tiempo para comprender el trasfondo de estos eventos. La incomodidad del gobierno regional de Sachsen encabezado por la Unión Demócrata Cristiana (CDU) es un elemento clave. La CDU pierde votos a nivel federal y regional. En el caso de Sachsen en particular, la sangría asciende a los 11 puntos porcentuales en poco más de un año. En este contexto, los líderes de la CDU regional han optado por una estrategia de derechización del discurso al igual que la CSU de Baviera. Los resultados están a la vista.
Por otro lado, la cuestión de la reunificación debe ser puesta sobre la mesa una vez más. El debate sobre la misma sigue sin darse y para muchos alemanes del este existe una deuda sin saldar. Se trata en realidad de distintos tipos de deudas que varían según la generación. Aquellos que vivieron la mayor parte de su vida en la RDA, que se sienten como los perdedores de la reunificación, aquellos que vivieron la caída del muro cuando eran jóvenes y que cargan con los prejuicios del «ossi» y, por último, aquellos que nacieron en el siglo XXI y se enfrentan a preguntas sin resolver sobre la identidad alemana, el sentido de pertenencia y las perspectivas de vida en su propia región de origen. Angela Merkel, al inicio del actual gobierno, ha manifestado la necesidad de abordar esta problemática. Ha mencionado, por ejemplo, la ampliación de inversiones en infraestructura. Sin embargo, un enfoque meramente económico de la cuestión puede no ser suficiente.
La ultraderechista AfD continuará sacando provecho de este escenario. La intención de voto lo evidencia: más de 20% en todas las regiones de la vieja RDA. Su estrategia ha dado sus frutos y el corrimiento de lo políticamente correcto legitima lo que hace cinco años era impensable en Alemania. El resto de los partidos políticos necesita una nueva estrategia que cumpla tres requisitos: 1- redefinir los perfiles políticos e ideológicos para evitar generalizaciones del tipo «son todos lo mismo», 2- reestablecer la estructura de valores y principios que se desean comunicar con una correspondiente renovación de personal, y 3- evitar ingresar en los marcos (frames) comunicacionales que plantea la ultraderecha.
Estos tres puntos son al menos un inicio para que el sistema político germano haga frente a un nuevo escenario que ha cambiado para siempre. Y todo ello en un contexto muy particular: el principio del fin de la era Merkel.
En Cuadriga, el talk-show político de la Deutsche Welle estuvimos discutiendo el tema. Debajo un adelanto, el programa completo se puede ver en este link: Cuadriga – Disturbios neonazis: ¿de dónde el odio?
Imagen de portada: Manifestación de Pegida en Dresden por Metropolico.org (CC BY-SA 2.0), via Wikimedia Commons.
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