Cuatro razones por las que la ultraderecha entrará en el Bundestag

La reciente decisión de Frauke Petry, líder del partido ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD), de no presentarse como cabeza de lista en las próximas elecciones incita a los medios a cometer un error: intepretar que esto es una señal sobre el principio del fin de AfD. Hoy queremos rebatir esta interpretación a partir de cuatro argumentos esenciales que en gran parte desarrollamos en nuestro nuevo libro: el retorno de la ultraderecha a Alemania. ¡Vamos allí!

1- AfD ya cruzó hace tiempo el umbral de lo políticamente correcto. El anuncio de Petry de no ser cabeza de lista es el punto de partida de quienes consideran que el partido se oriente hacia una radicalización de su discurso. Esto se traduciría en una erosión de su electorado. No discutimos que es muy posible que el discurso político de AfD adquiera tonos más radicales. Sin embargo, creemos que hace tiempo que AfD, desde lo discursivo, ha cruzado la línea de lo políticamente correcto. La propia Petry que en los medios es calificada de «moderada» dijo lo siguiente:

¿Cuánto más se puede radicalizar el discurso de AfD como para generar una huída de votantes espantados? Y lo de Petry es sólo un ejemplo. Se ha dicho por ejemplo que el monumento al holocausto situado en Berlin es «una verguenza» (Björn Höcke, líder de AfD en Thüringen). Podríamos escribir seis o siete post hablando de la utilización de la provocación estratégica de los voceros de AfD, algo que hacen desde febrero de 2013.

2- El descabezamiento como tradición partidaria. Un segundo punto que se menciona cuando se habla del fin de AfD es la «caída» de Petry en tanto líder. Recordemos que AfD ha sobrevivido a un descabezamiento mucho más potente. En 2015 el líder y fundador de AfD Bernd Lucke fue desplazado, justamente por Petry, de la jefatura del partido. Se anunciaba una inminente desaparición de AfD ya que Lucke se llevaría consigo una importante porción de su electorado. Se hablaba de la radicalización del discurso y de la transformación de AfD en un partido más de extrema derecha. Nada de esto sucedió. Muy por el contrario, a partir de allí AfD consiguió representación en ocho parlamentos más (ya la tenía en tres), consiguió resultados superiores al 15 e incluso el 20%, rompió la barrera del este y se instaló en los viejos Bundesländer, y escaló en las encuestas a nivel federal hasta el 14% conviertiéndose en tercera fuerza de Alemania.

Resultados-AFD-REgionales

En resumen, la «caída» de Petry, que no es tal porque seguirá siendo candidata en Sachsen y eventualmente obtendrá su banca en el Bundestag, solo es una fase. AfD no es el Front National que sin Marie Le Pen no existe. Tampoco es el PVV holandés cuya fuerza reside exclusivamente en Geert Wilders. Alternative für Deutschland es un partido que tiene una dinámica distinta y que no depende de personalismos en particular sino de su capacidad de representar el descontento con la política tradicional.

3- La encuestas son la foto, hay que mirar la película. Es cierto que la ultraderecha ha perdido varios puntos porcentuales y pasó de rozar el 15% al actual 9% de intención de voto. Pero creer que esto es una tendencia hacia la desaparición es sencillamente reduccionismo. Veamos la composición del electorado de AfD. AfD tiene cuatro públicos fundamentales: euroescepticos, extremistas de derecha, vulnerables y los «Merkel-indignados». Los primeros tres los dejamos para otro post (o se hacen mecenas y los buscan en el capítulo 6 de nuestro libro). Vayamos a los «Merkel-indignados». Este es un grupo relativamente nuevo que se conforma a partir de la crisis de refugiados de 2015. Un millón de personas llegaron a Alemania en un solo año. El impacto a nivel político fue fenomenal. En especial luego de la famosa frase de la canciller Merkel: «Wir schaffen das» o bien «lo lograremos». La postura de la lider conservadora despertó la ira de una porción importante del electorado de su partido, la Unión Demócrata-Cristiana (CDU), y de sus propios compañeros. Incluso llegó a haber momentos donde la socialdemocracia era más amable con Merkel que la propia CDU. En las regionales que tuvieron lugar en esa época la CDU sufrió, y mucho. Y las encuestas a nivel federal reflejaban este enojo.

AfD es un imán para el descontento. Cualquier ciudadano que necesite expresar su indignación, al menos desde 2013 en adelante en Alemania, recurre a AfD. Es por ello que la caída en intención de voto a la CDU tuvo una fuerte correspondencia con los picos históricos de AfD que la transportó del 10% de potencial que poseen los ultraderechistas, a un increíble 14%.

Fuente: Infratest dimap. Click para ampliar y leer traducción.

Ahora bien, ese «plus 4» está regresando a su lugar tradicional. Y esto tiene que ver con dos cuestiones. Por un lado, cuando se vota a nivel federal, el votante conservador tiende a no experimentar con el voto, cosa que sí sucede a nivel regional. Razón por la cual, el votante conservador se siente mucho más cómodo votando a Merkel, para evitar un gobierno de izquierdas entre el SPD y die Linke, que expresando su reprobación de la política de refugiados de la canciller y por lo tanto votando a AfD. Por otro lado, el enfado con Merkel fue hace mucho tiempo. Casi dos años. Y todos los que nos hemos enfadado con alguien alguna vez, también nos hemos reconciliado. Especialmente si hay amor de por medio. El amor del conservador por Merkel es amor verdadero.

4- El «efecto Schulz» y la justicia social. En el punto anterior mencionamos a los «vulnerables» como un público de AfD. Este público responde a un eje que es clave para entender la fuerza de AfD, especialmente en el este de Alemania. Se trata de la justicia social, o mejor expresado, de la percepción de justicia social. Muchos ciudadanos, a quienes no necesariamente les va mal económicamente, se han inclinado por AfD en función de su «capacidad para hablar de los problemas de la gente». Algo que los partidos tradicionales han olvidado, según los votantes de AfD.

La llegada al escenario electoral de Martin Schulz en enero de 2017 cambió un poco esta perspectiva. El candidato socialdemócrata volvió a levantar las banderas de la justicia social. Habló de los trabajadores y sus problemas, de la necesidad de igualar oportunidades, de ponerse en el lugar de aquellos que salen a trabajar cada día y nadie los valora. Esto generó un impacto fenomenal que llevó al SPD del 20 al 30% de intención de voto en menos de un mes. Inédito. Ese salto implicó que una porción del electorado «vulnerables» que residía en AfD se traslade al SPD.

Sin embargo, esto comienza a revertirse, al menos desde el lado de los socialdemócratas. El discurso de Schulz ha perdido el impacto que tenía al principio. Y es algo lógico. Su problema es que su partido gobierna actualmente y muchos que se entusiasmaron con su discurso se comienzan a preguntar por qué el SPD tiene que esperar hasta el 24 de septiembre para cambiar las cosas. Más allá del tema Schulz, lo relevante es que los 1 o 2 puntos porcentuales que perdió AfD son lo sufientemente volátiles como para revisar su postura y eventualmente volver a insistir con un voto que represente la indignación con los partidos tradicionales.

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Imagen de portada: AfD Neujahrsempfang Augsburg 12.02.2016 por Metropolico.org (CC BY-SA 2.0), via flickr.

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